Vistos de día y situados a sus pies, nadie diría que los rascacielos pueden ofrecer una estampa romántica. Moles que se erigen por encima de las cabezas vueltas hacia lo alto, los ojos entornados por la luz del sol y la mirada sorprendida que trepa hasta arriba. Los imponentes muros de vertical infinita, las líneas que convergen y se pierden en un punto indeterminado, la formidable impresión que causa el exceso, la exageración, el frío e impasible poderío de estos gigantes modernos. Todo menos romántico. Sin embargo, uno no puede perder la oportunidad de cruzar a Brooklyn en el atardecer para ver el reflejo del sol de poniente en los rascacielos y pasear, ya de noche, por el Brooklyn Heights Promenade, en el borde de la bahía. Es un paseo que atraviesa un pequeño jardín y que cruza por debajo del final del Puente de Brooklyn. Charlo brevemente con una pareja de argentinos con dos hijas muy pequeñas. Les saco una foto a los cuatro y ellos me sacan otra a mí. Me cruzo con algunos grupos y varias parejas. Dos es el número ideal para paladear esta zona tranquila, casi desolada de noche y un perfecto rincón para contemplar la postal nocturna de los rascacielos de Manhattan. Desde la quietud, una visión romántica de la isla de Manhattan, al otro lado de la bahía. Ahí enfrente flota la ciudad en la isla, bulliciosa y acogedora. Bancos para sentarse. Cada pareja en un banco, en su pequeño paraíso. Los dos envueltos en el latido de la ciudad y, por encima de ella, en su propio latido compartido. Envueltos en un beso.
USA [ NY-SF De costa a costa ] >> 56 días en Estados Unidos para completar un viaje por el sur que une Nueva York y San Francisco, las dos costas, los dos mares, a través de un itinerario que sacude con su inmensidad y sus contrastes. Estados Unidos es un gran puzzle formado por piececitas multicolores que nunca se termina de armar. Tras ellas, una maravillosa e inabarcable panorámica de poderoso latido, un territorio a veces acogedor y a veces hostil. Con frecuencia salvaje y emocionante.
jueves, 24 de abril de 2014
Postales (IX): Pequeño paraíso [ Nueva York ]
Vistos de día y situados a sus pies, nadie diría que los rascacielos pueden ofrecer una estampa romántica. Moles que se erigen por encima de las cabezas vueltas hacia lo alto, los ojos entornados por la luz del sol y la mirada sorprendida que trepa hasta arriba. Los imponentes muros de vertical infinita, las líneas que convergen y se pierden en un punto indeterminado, la formidable impresión que causa el exceso, la exageración, el frío e impasible poderío de estos gigantes modernos. Todo menos romántico. Sin embargo, uno no puede perder la oportunidad de cruzar a Brooklyn en el atardecer para ver el reflejo del sol de poniente en los rascacielos y pasear, ya de noche, por el Brooklyn Heights Promenade, en el borde de la bahía. Es un paseo que atraviesa un pequeño jardín y que cruza por debajo del final del Puente de Brooklyn. Charlo brevemente con una pareja de argentinos con dos hijas muy pequeñas. Les saco una foto a los cuatro y ellos me sacan otra a mí. Me cruzo con algunos grupos y varias parejas. Dos es el número ideal para paladear esta zona tranquila, casi desolada de noche y un perfecto rincón para contemplar la postal nocturna de los rascacielos de Manhattan. Desde la quietud, una visión romántica de la isla de Manhattan, al otro lado de la bahía. Ahí enfrente flota la ciudad en la isla, bulliciosa y acogedora. Bancos para sentarse. Cada pareja en un banco, en su pequeño paraíso. Los dos envueltos en el latido de la ciudad y, por encima de ella, en su propio latido compartido. Envueltos en un beso.
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