martes, 22 de abril de 2014

Postales (VIII): Sin Gospel pero con "speaker" y cantos [Harlem]




Soleada mañana de domingo, remoloneo y llego tarde al oficio eclesiástico con Gospel que anuncia con relumbrón la Lonely Planet: “Para disfrutar de una visita tradicional, es aconsejable acercarse un domingo por la mañana, cuando los acicalados vecinos se reúnen en las iglesias (…) A no ser que el visitante haya sido invitado por un miembro de una pequeña congregación, es preferible ceñirse a las iglesias más grandes, como la Abyssinian Baptist; 132 W 138th St), con un soberbio coro y un carismático pastor, Calvin O. Butts, que da la bienvenida a los turistas y reza por ellos. Los servicios dominicales son a las 9:00 y a las 11:00; este último es especialmente concurrido”. 
Para allá que voy más con intención de disfrutar de una sesión Gospel que de recibir las bendiciones del Butts este. Total, que llego a las 11:30 y me encuentro la iglesia cerrada a cal y canto. Aplico la oreja a la puerta y no oigo dentro ni palmas, ni poderosos y rítmicos cantos ni al Butts predicando. Nada. Lo que sí oigo a lo lejos es un bullicio indeterminado, con mezcla de música, gritos y voces. Es hacia el este. Sin dejar la 138 me dirijo al punto de origen de la jarana y cuando llego observo a un montón de personas que se acumulan en hilera paralela a la carretera. ¡Coño es verdad, la maratón! Lo había olvidado completamente. La víspera había observado más patrullas de policía de lo normal en las grandes avenidas y, por la noche, eché un vistazo a Internet para ver si ocurría algo fuera de lo común. Leí que al día siguiente se celebraba la maratón entre fuertes medidas de seguridad. La información recordaba el atentado ocurrido en la Maratón de Boston medio año antes, con la explosión de dos artefactos que produjeron tres muertos.
Me acerco al punto origen de la algarabía, que se ubica en el punto de llegada de los corredores a Harlem tras dejar atrás el Bronx. La carrera pasa por el Madison Avenue Bridge que conecta los dos barrios. Justo en la entrada a Harlem, sobre un inmenso tablado, se encuentra instalado un “comité de bienvenida” con música a tope, gente bailando y un “speaker” que, en su maratón particular, anima incansable a los participantes en la carrera. Estruendo. Abajo, tras el vallado, mucha gente del barrio jaleando a los corredores, algunos de los cuales tienen ánimo para devolver el saludo. Toda una ceremonia vital que acompaña a esta fiesta deportiva que congrega a 50.000 corredores y dos millones de espectadores. Ya por la tarde, quedarán los restos en forma de corredores que pasean protegidos con sus llamativas capas naranjas. En la ciudad que nunca descansa, el que no camina corre y el que no corre vuela.

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