jueves, 3 de abril de 2014

Nueva York: Nudos y líneas. La red (I) -Broadway-

Uno va conociendo Nueva York como si fuera una red unida por nudos que se va dando a la luz progresivamente. Existen lugares concretos que simbolizan los nudos de la red y que actúan a modo de anclajes en la memoria. Una vez quedan fijados, sirven de referencia para formar las líneas que los unen y que conforman la red, líneas que ayudan a completar el paisaje urbano, el entramado en cuadrícula. Los anclajes son espacios delimitados como edificios, parques o plazas, lugares de parada y estancia. Po su parte, las líneas de la red son largos paseos a través de las calles. Hay que agujerear el interior de la Gran Manzana a golpe de paso, paseo con poso. Sopa humana. Pasear sin descanso, pasear a través de las líneas y detenerse en los nudos. La memoria fotográfica del “nudo Empire States” o el “nudo Washington Square” lleva al canal que los une, la “línea Quinta Avenida”. Y así, sucesivamente, líneas y nudos, nudos y líneas para ir completando el tejido urbano, la piel de la ciudad, la red cada vez más familiar que atrapa como una tela de araña. Al principio, la Gran Manzana te come; más tarde, acabas comiéndote la Gran Manzana. La Quinta, la Séptima, Park Avenue, Broadway o la 42 son algunas de las líneas que forman la red. Aquí está la aventura de recorrerla para descubrir los nudos.

Broadway
La Avenida Broadway rompe la ordenada cuadrícula de Manhattan para convertirse en un larguísimo corte que atraviesa en diagonal la Gran Manzana y que la parte en dos mitades, un corte que, de norte a sur, se desplaza desde el oeste hacia el este. Uno puede atravesar sus 33 kilómetros de longitud a su paso por la isla (en total tiene 240 kilómetros en su continuación hasta Albany) y habrá obtenido un buen boceto de lo que es la ciudad cambiante, pero no hace falta obstinarse en semejante empeño. Basta con acudir a algunos lugares de referencia y, sin proponérselo, uno acabará indefectiblemente en Broadway. En algunos tramos, esta arteria invita a bucear en ella con breves inmersiones. Paseo tranquilo de noche y, desde el sur, Broadway trepa en un primer tramo recto a través de Greenwich Village, atrás quedan los gigantes luminosos de Wall Street. Esta es zona de edificios bajos y multitud de comercios. Abundan tiendas de ropa, vintage y las llamadas “Pharmacy”, siempre anunciadas con grandes letras resplandecientes de neón, que no son farmacias al uso sino grandes locales, muchos de ellos de 24 horas, en los que se vende de todo; medicinas, bebidas, comida, revistas o artículos del hogar como droguería o limpieza. Son modernos ultramarinos un tanto fríos e impersonales que se extienden como franquicias por todo el país. Sigo y veo que, en vísperas de Halloween, muchos comercios se engalanan con motivos góticos y terroríficos, reclamos para el "pase, vea y compre su disfraz fantástico o macabro".



Los comercios exhiben sus monstruos no para espantar sino para atraer.
El juego del terror invade la ciudad durante Halloween. Les encanta.


Aquí una en plan repasando "a ver que me pongo" o "que compro al niño o a la niña"entre una oferta Halloween que, en algunas propuestas, parece más erótico-festiva que terrorífica


Ya es noche cerrada y aquí percibo los primeros signos de que en "Niuyorsiti" se pulsa la vida en la calle con los comercios luminosos y llenos de gente haciendo compras, el Happy Hour en plan vinito con los amigos o pareja a partir de las cinco de la tarde después de la estampida del trabajo, los puestos de comida para llevar alrededor de los que se forman grupos y, sobre todo aquí, al comienzo de Broadway, las pequeñas cuadrillas de jóvenes negros, formando corros y callejeando alegres, bulliciosos, histriónicos. Palmotean, mueven los brazos como molinos y se menean. Se señalan, se saludan con choques de puños y se retan en rito de movimientos corporales compulsivos. Pasan chicas y los mozos se alborotan. Entonces, ellos empiezan con los reclamos y ellas responden, vuela el arcoiris de alegres voces de una calle a otra entre ellos y ellas. Risas y ellos saltos, pavoneo. “Hey brother”.
Al discurrir en diagonal, cada cruce de Broadway con otra avenida es un nudo, una postal de esta ciudad que ofrece multitud de galerías de imágenes. Primero llega la confluencia con la Cuarta, donde se abre el paisaje amplio y abierto de Union Square Park, otro nuevo salpicón verde en el gris del asfalto. Aquí la Cuarta pierde su nombre para seguir recta hacia el norte bajo la denominación de Park Avenue, una zona exclusiva con edificios de doce a quince plantas con suntuosos portales y que albergan apartamentos de lujo. Si se sigue oblicuo por Broadway se advierte el número de transeúntes "in crescendo" y se llega la Quinta, donde se alza el Flatiron, como un espigado trozo de pastel de cemento cortado en cuña. El famoso edificio triangular, primogénito en la inmensa familia de los rascacielos es, desde 1902, testigo orgullosamente erguido de la historia cambiante de Manhattan. Ofrece su vista más memorable desde Broadway y la Quinta hacia el sur, con su fachada extremadamente angosta de una sola ventana de anchura y estirada a lo largo de 22 pisos y 87 metros de altura en un efecto impresionante. A sus pies, el viajero puede descansar en una pequeña plaza en la que se sitúa un quiosco de comida “in here” o “to go”. 



La ciudad, generosa, ofrece sus alternativas. Siguiendo hacia el norte, a pocos metros del Flatiron se despliega el Madison Square Park (ver “Postales (II)”) y el paseante, que va adentrándose en el Midtown se ve engullido por los rascacielos, el tráfico, el ruido y por la masa creciente de gente, el neoyorquino casi siempre a ritmo ligero. Neones diurnos, circulación, muchedumbre, ritmo apresurado, paso en volandas, bocado rápido, trago apuradorisas, voces, bocinas, sirenas, rascacielos, color, semáforos y carteles que cuelgan precariamente de cables y bailan al viento... vida.


La Séptima, una de las arterias con más color y movimiento

La calle 42, una de las principales vías transversales, paisaje de hierro y metal. 
La Gran Serpiente de hierro que vuela sobre la vía conduce a la Terminal de Autobuses. En Nueva York, por mucha circulación que exista, no hay peligro de atropello. A uno le puede cambiar de verde a rojo mientras cruza una ancha avenida que el coche arranca poco a poco y espera paciente. Todo un detalle. "Zankiu".

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