miércoles, 2 de abril de 2014

Postales (V): Snakes. La serpiente en la Manzana




Ando casi deambulando por la calle 8. Camino hacia el oeste, pero la zona no ofrece mucho interés, de modo que vuelvo sobre mis pasos para dirigirme hacia el East Village, zona residencial de pequeños edificios con semisótanos en los que abundan coquetos comercios como tiendas de ropa, discos, fetiches, coleccionismo, cómics, antigüedades, rarezas, personajes de culto en forma de muñecos que no han salido de sus cajas de plástico y cuestan un ojo de la cara... En esto me topo con tres o cuatro jóvenes que portan dos serpientes, para atracción de los curiosos, una blanca y otra que tiene unos preciosos dibujos redondeaditos. Siempre hipnótico este animal. Los chicos andan bacilando, sobre todo a las chicas, “¿quieres?” y extienden la serpiente. Entonces las caras de susto, risitas, grititos, aspavientos, el “aynosé”, las huidas a paso apresurado, el “nometoqueees” y el alboroto. En algunos casos, la aceptación del reto "venga, que sí" y "tú primero" con más o menos indecisión. Se forma un pequeño corro. Hay quienes sopesan qué hacer e imagino descabelladas hipótesis sobre lo que puede pasar, "no veas", todo en espontánea miniasamblea de amigas. No entiendo los comentarios pero imagino los "y si te muerde", "a lo mejor te estruja", "yo la tiro al suelo", "no que es peor". Vaya por delante que me animo porque estamos donde estamos y veo a los muchachotes que van tan campantes con sus serpientes al cuello, que yo me encuentro a este bicho en mitad del Orinoco y salgo de la selva a una leche que ahora todavía estoy corriendo.
Una vez aceptado el reto, el mismo chico te advierte que le dejes manipular a él y que no hagas movimientos bruscos, te coloca la serpiente al cuello y te dice cuándo la puedes tocar y acariciar. Pesa más de lo que pensaba. Con una mano la sujeto (la serpiente) y con la otra la acaricio. Piel suave, muy suave y sedosa. Brilla. La pobre se deja hacer pero se yergue -apenas la sujeto con la mano derecha- y estira lentamente el cuello en dirección a su dueño mientras exhibe la lengua viperina. Parece que le echa de menos. Veo que tiene su corazoncito, serpiente de ciudad, y que no es una “constrictor” que me va a despachurrar. Quizá me toma la medida al contacto y se da cuenta de que ya estoy bastante despachurrado. El préstamo gentil de serpiente se cambia por propina y suelto un dólar, el “billete calderilla” que aquí siempre tienen a mano envuelto en gruesos fajos para irlos soltando a ritmo más o menos alegre. Ese concepto de “billete calderilla” que en Estados Unidos está a la orden del día y que, si no lo retiran, acabaremos conociendo aquí con el azulito de cinco euros. Al tiempo.
Ahí se van los chavales, con sus serpientes provocando expectación a su paso. Los reyes del mambo, en la 8th street.

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